No es lo mismo una mala infancia que una infancia perdida. Una mala infancia es el acontecimiento abrupto que se filtra en la vida de un niño, el cual puede causar secuelas físicas o psicológicas, pero aunque haya vivido estas experiencias negativas para su edad, se puede registrar, en algún momento, un antecedente de « aventuras imaginativas» y prácticas que han sido acompañante de su inocencia. Al contrario de una infancia perdida donde el niño ha tenido que asumir por decisión o obligación —lamentablemente— el rol de un adulto.
En este punto y desde ese momento, el adulto lleva dentro de sí un niño perdido en aquel país llamado «nunca jamás» [no confundir con el síndrome de Peter Pan], que tratará de salir de manera ocasional para surtirse de aquellas viciadas practicas que habitan en su sueños rotos.
No existe mayor valor que un tesoro que no se puede encontrar. Mientras más difícil de hallar es, aumenta significativamente su valor y sus ansias de ser encontrado. Así la infancia se convierte en el recuerdo más extraño donde uno pretende haberlo vivido todo, deseando retornar al punto de partida para quedarse juntamente soñando con sus limitados logros.
A veces estas ganas de atrapar el pasado, o intervenir en alguna manera en su realización en el presente, se ve afectado por los afanes de los cuales nos condenó el mundo de los adultos.
Muchas veces pareciera encontrarse una solución, cuando un alma con características similares a nuestro diapasón, toca todas las cuerdas de manera milagrosa, o más bien, cuando la vida nos ofrece la oportunidad de devolver los favores no concedidos, a un niño.
La infancia sigue siendo la esperanza más humana, porque aun cuando nuestros párpados envejezcan, siempre nos permitiremos reencontrarnos con todas nuestras partes del pasado y morir en paz. Sabiendo que aunque hayamos perdido en algún momento nuestra infancia en aquellas batallas del más apto, fuimos lo suficiente fuertes para no dejar marchar definitivamente el brote de nuestra genuina y eminente luz.
Y el que ha podido recuperar una minúscula parte de lo que significó esa infancia, y vuelve a descubrir sus recuerdos, no solo volverá hacer valiente, sino completo, por haber rediseñado finalmente su significado de mujer y hombre.
-Saúl Torres