Saborear el fracaso por tanto tiempo da la impresión de que las cosas nunca serán diferentes. La posibilidad o la libertad siempre me han parecido temas complejos, sobre todo en cuestiones de realización. Por eso el primer fracaso es el mejor fracaso, todavía se es lo suficientemente humano para sentir en carne propia las tribulaciones de la vida, en cambio, los embotellamientos solo sirven para impedir que se disfrute cada día menos de ella. En algún momento el hastío del fracaso permite renegar hasta del más codiciado logro.
¿Como puede un ser humano reinventarse así mismo cuando la realidad es tan palpable como sus propias heridas? Por supuesto hay que ser resiliente para que en momentos de crisis esta sea la respuesta ante tantos señalamientos sobre la caída. Aunque no todos tengan la capacidad de levantarse ante tantos atropellos y situaciones, no dudo de que todos —como si se tratase de un ejercicio— les fuera imposible obtener con paciencia.
El mayor error sobre la perdurabilidad del fracaso son dos: No tratar de equivocarse de manera diferente o irse atormentado de lo que jamás se logró. No tratar de equivocarse de manera diferente indica que no hemos tratado de triunfar de manera diferente, todos los fracasos constituyen un acercamiento hacia la meta o una fama rotunda del mismo. Aunque en algun momento hallamos fracasado lo suficiente para no volver a intentarlo, la inconformidad no puede ser parte continua de nuestra memoria, pues habremos construido una forma muy particular de percibirnos ante la frustración. Lo indicado es poder apartarse y continuar intentando en otros rumbos, de todas formas, ningún logro es alcanzado si no se persiste ante las adversidades.
-Saúl Torres
Nuestro presente muchas veces lo llama fracaso nuestro pasado lo llama éxito. Y muchas veces la clave de todo esto es saber valorar el esfuerzo que conllevó llegar a ese punto y normalizar el potencial que tenemos y es altar cada paso que demos en esta vida